El Rosario – Misterios gozosos
(lunes & sábado)

El uso de “cuentas de oración” y la recitación repetida de oraciones empezó desde los comienzos de la Iglesia, y en la Edad Media, estas cuentas se usaban para contar Padrenuestros y Avemarías. Finalmente, 150 Avemarías se vincularon con versos de salmos u otras frases que evocaban la vida de Jesús y María. Cuenta la tradición que, en el siglo XIII, Santo Domingo organizó estas cuentas en torno a los misterios que tenemos hoy, y fue conocido como el rosario, que significa “corona o jardín de rosas”.

Cada vez que rezamos un rosario, ofrecemos a nuestra Madre Celestial María un ramo o corona de rosas espirituales, y María nos conduce a su Hijo Jesús. El rosario es también la espada espiritual de María, que ha aplastado el mal muchas veces a lo largo de los siglos. Incluso ahora, María nos pide que recemos el rosario diariamente en reparación por todos nuestros pecados y para ayudar a vencer el mal que ha invadido nuestra Iglesia y el mundo.

“El rosario es el libro de los ciegos, donde las almas ven y allí realizan el mayor drama de amor que el mundo haya conocido jamás; es el libro de los sencillos, que los inicia en misterios y conocimientos más satisfactorios que la educación de otros hombres; es el libro de los ancianos, cuyos ojos se cierran sobre la sombra de este mundo y se abren sobre la sustancia del próximo. El poder del rosario es indescriptible”. – Venerable Fulton Sheen

Comience con la señal de la cruz:  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.  Amén.

Sobre el Crucifijo, dice el Credo de los Apóstoles:  Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.  Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.  Amén.

En una cuenta grande, ora el Padre Nuestro:  Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.  Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

En de la próxima 3 las cuentas pequeñas, ora Dios te salve, María:  Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.  Amén.

Terminar con un Gloria al Padre:  Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.  Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

y la Oración de Fátima:  ¡Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.  Amén.

Para cada década, ora:
1 Padre Nuestro en la cuenta grande,

10 Dios te salve María en las cuentas pequeñas,

y terminar con 1 Gloria al Padre y 1 Oración de Fátima

1) La Encarnación del Hijo de Dios (Lc 1, 26 y 28)

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, el ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”.

2) La visita de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel (Lc 1, 41-42)

Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”

3) El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén (Lc 2, 7)

María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

4) La Presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 22)

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.

5) El Niño perdido y hallado en el Templo (Lc 2, 46)

Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Termine el rosario con:  Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Oh Dios, cuyo Unigénito Hijo con su vida, muerte y resurrección nos consiguió los premios de la vida eterna, te rogamos nos concedas que, meditando estos misterios en el sacratísimo rosario de la Bienaventurada Virgen María, imitemos lo que contienen y alcancemos lo que prometen. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.